La primera palabra que se me ocurre cuando hablamos del Barrio de la Estación de Haro es la de respeto. Una tras otra, las bodegas centenarias se suceden y parecen dar cobijo a una recién llegada, Roda de nombre, para protegerla. Porque para ilustres como López de Heredia, Muga, Rioja Alta o CVNE hablar de 25 años es hacerlo de un suspiro. Para Roda, la advenediza, ser joven entre veteranas, ser desenvuelta entre experimentadas, no significa la discreción. Muy al contrario, representa el carácter y el atrevimiento.

Y es que un cuarto de siglo puede ser un mundo si tienes las ideas claras. Y esta joven bodega del  Barrio de la Estación las tiene, ¡vaya si las tiene! Así, con convicción y perseverancia en sus criterios, Roda se ha hecho con un hueco entre las bodegas más respetadas. ¿Su credo?, la verdad. ¿El clasicismo?, hay otras. ¿Altos rendimientos?, no aquí… ¿Solución a este jeroglífico? Basta catar sus vinos.

Cirsion 2010, nos descubre la grandeza; Roda I 2007, la complejidad del terruño; Roda 2009, el desafiante presente; Sela 2012, la atrevida juventud. Aquí no hay nada forrado de nada. Todo tiene su razón de ser y todo es sinceridad.

Al salir de la bodega, ya de noche, el luminoso que nos despide parece con su movimiento querer desmentir al genial Rubén Darío, “juventud divino tesoro, ya te vas para no volver”; Roda, la juventud hecha vino, ha venido para quedarse.