QUIEN A RIOJA VINO…

TODO EL MUNDO DEL VINO DE RIOJA A UN SOLO CLIC

ALGUNOS HOMBRES BUENOS

1 comentario

Se nos fue sin hacer ruido. Se nos fue Miguel Merino, un hombre bueno, dejando un legado imborrable que su hijo Miguel quiere continuar apostando, eso sí, por una impronta personal en la elaboración de los vinos de esta respetada bodega de Briones.

Me recibe Miguel entero, con una sonrisa. ¿Cómo vas? “Bien, va por dentro pero bien. Ya ves que aquí tengo tajo”, me dice señalándome a sus dos hijos. Lejos quedan los tiempos en los que oficiaba como reportero en Madrid, como guionista de la serie televisiva Gran Reserva, la vendimia en Chile o, incluso, como jefe de bodega en Gómez Cruzado.

“Mi padre era un hombre intuitivo. Desde que trabajaba en exportación en Berberana vio claro que quería tener su bodega y hacer un vino con su estilo. Él oía, preguntaba y tomaba nota. Y siempre escuchaba que los vinos que llegaban de este pueblo tenían algo, que eran ideales para largas crianzas; que Briones –el Pommard de la Côte d’Or como mantiene Tim Atkin– ofrecía una diversidad de suelos enorme con vinos tánicos y de volumen”. 

Miguel Merino fue un hombre de su tiempo pero con ideas que sacaban dos cuerpos a muchos de los viticultores que le rodeaban. Era de aquellos que pensaban que hacer mal vino en Rioja era una vergüenza y que debería estar tipificado en el código penal. Suya es esa frase para la memoria: “Las malas uvas van al infierno, las del purgatorio nos las bebemos en casa y sólo las del cielo van a nuestros vinos“. Genio y figura.

Volvemos al presente con Miguel. “Cuando volví  de Inglaterra con 22 años no me encontraba en mi ambiente. Todo el mundo que conocía del vino pertenecía a la comercialización y a mí me llamaba la elaboración. Eso era lo que quería, si seguía en este mundo tenía que ser vinificando, no únicamente vendiendo el vino que se hacía en casa. Estuve siete años así sufriendo en la labor comercial y haciendo sufrir a mi padre. Hasta que decidí dar un giro radical, me voy a Madrid y pasados los años vuelvo para trabajar con David González en Gómez Cruzado y allí conozco a Erika”. Con las ideas claras, ajeno a las murmuraciones en clave de hiel que le veían labrarse un futuro lejos de casa. Pasan cuatro años en el Barrio de la Estación jarrero.

Hasta que una conversación con su padre lo cambia todo: “Vuelve, haces falta, tú marcarás la línea de la bodega”. Con 37 años ya estaba preparado para el desafío. “No cambio una coma del proyecto, pero lo amplío dándole un ligero cambio a los vinos de siempre y, sobre todo, con novedades como el blanco o La Loma que buscan más la autenticidad de cada viñedo. Y todo pasa de una forma muy natural, lo que antes era algo parecido a una cárcel se convierte en un lugar donde vivo feliz y crezco en multitud de facetas”.

“Estuvimos en Ollauri, estamos en Briones y nos vamos a San Vicente de la Sonsierra, porque es importante vivir en la zona para hacer bien mi trabajo”. Y añade con tino: “Si queremos que las zonas rurales no se queden vacías hay que ofrecer atractivo a las mujeres. Sin ellas no hay futuro en los pueblos; tenemos la suerte que en La Rioja sí se ofrecen incentivos y trabajos acorde a la preparación que tienen, en enología, en enoturismo, en administración… Ese es el siguiente paso, que la gente joven y preparada venga y se quede”, afirma Miguel tranquilo y convencido de lo que dice.

“Yo volví para hacer los vinos a mi manera, de la forma en la que creo que se deben hacer los grandes vinos, todas nuestras viñas están sin herbicida. Se lo dije una vez a mi padre, no tiene ningún sentido que nos gastemos los ahorros de 25 años de trabajo en comprar viñas viejas para luego tratarlas con herbicidas. Tengo la convicción de que la única manera de que la viña sea expresiva es ofreciéndole un suelo vivo”. La idea es clara, vinos modernos que dejen que sea el terruño de Briones el que se exprese tal cual es, como siempre quiso su padre con ese idea tan suya de «clásicos renovados».

Y el acierto ha sido pleno. Respetando las ideas de su padre en la línea más clásica e innovando en nuevos proyectos que ya han hecho posible el beneplácito de críticos como Tim Atkin, quien no ha dudado en encumbrar su La Loma 2019 como mejor tinto de Rioja en su respetado Rioja 2022 Special Report. “What can I say? It’s a sublime wine from a 1,4-hectare parcel in Briones. It has a finish that lasts for over a minute. Grand Cru Burgundy quality at €39”. Creo que se entiende todo en este vino de clase mundial.  

El viñedo está plantado en vaso tradicional en una ladera con orientación este, con un inusual marco de plantación de 1,50 por 1,80, lo que equivale a 3.650 cepas por hectárea. El suelo es de composición calcárea y sustrato de gravas, ideal para el desarrollo de las raíces en profundidad y el acceso a los compuestos minerales del suelo. “Con esta base el vino que resulta es fresco, sutil y elegante, con cuerpo y tanicidad. La Loma es una viña muy especial para nosotros con rendimientos que rara vez superan los 3.000 kilos por hectárea. Venimos trabajándola desde 2001, aunque fue plantada en 1946. Son 1’4 hectáreas en una ladera con el 7 por ciento de desnivel, en el suroeste de Briones, con tempranillo, garnacha blanca y garnacha tinta. La verdad es que año tras año es una pasada. Durante tiempo la estuvimos elaborando junto con otras viñas viejas de Briones, pero desde 2015 la fermentamos por separado, buscando mantener toda su sutileza y grandeza”.

Por si fuera poco el respetado prescriptor puntúa con 96 puntos su Mazuelo de la Quinta Cruz y La Ínsula, con 94 puntos su Blanco, 93 para el Reserva Vitola, y 92 para el Gran Reserva, el Reserva y su crianza Viñas Jóvenes. A la firma del punto final de este artículo tomo la copa del Viñas Jóvenes, la miro con calma y siento muchas cosas. Y con una sonrisa echo un trago largo. Va por usted, don Miguel Merino, un hombre del que no hace falta que ningún juez levante acta de su buen hacer y de su honrado paso por la vida. Admiro su legado y creo todo lo dicho.

Un pensamiento en “ALGUNOS HOMBRES BUENOS

  1. Soberbio artículo, acorde con la calidad de los vinos que los Merino nos ofrecen.

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