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MARQUÉS DE CÁCERES: UNA NUEVA DIMENSIÓN

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Marqués de Cáceres fue fundada en 1970, año en el que la familia Forner llegó a Rioja con una idea: trasladar el concepto de château bordelés a nuestra tierra. Viajando, probando vinos, investigando el terroir decidieron que Cenicero era “el lugar” para dar forma a su sueño. Y ahí siguen cincuenta años después orgullosos de su pasado, pero mirando al futuro con proyectos nuevos e ideas rompedoras.

En aquella lejana década de los 70, llegaron innovando, trayendo la manera de trabajar del Alto Medoc: barrica nueva, mayor intensidad, estructura, color… Justamente lo contrario de lo habitual en Rioja en los 60-70; un concepto muy disruptivo que chocó, en cierta manera, con lo “políticamente correcto”. El triunvirato elegido por los Forner caló con sorprendente rapidez en prescriptores y público en general: barrica nueva, uva seleccionada con esmero y estructura en boca.  Hasta hoy.

David Losantos, director general de la bodega, habla con convencimiento del tiempo pasado y, sobre todo, de lo que está por venir. No es en ningún modo una moneda lanzada al aire, es un envite a valor seguro viendo alguno de los viñedos que trabajan. “La filosofía y el ADN no han cambiado, pero sí hay un proceso de actualización por el paso de los años. A la primera generación, que consiguió reconocimiento y exportar a 142 países, le llegó el momento de la jubilación y hemos llegado nosotros con nuevas ideas y dinamismo que complementa lo anterior”.

“Nuestra idea es sumar a lo que ya ha triunfado, una evolución con una apuesta aún mayor por viticultura y viñedo. Tenemos proveedores que siempre han estado con nosotros, pero cada vez más intentamos comprarles esas viñas cuando llega la hora de la jubilación. Seguimos manteniendo viticultores de tercera generación, pero ampliamos nuestra propiedad con viñedos como los que estamos visitando. Joyas como Majadales o El Monte son patrimonio de Marqués de Cáceres y del Rioja, son nuestra apuesta y nuestra responsabilidad”. Sostenibilidad, un concepto quizás demasiado ajado en nuestros días por gente que se vale de un lugar común, que no sabe ni siquiera lo que significa. La gente de Cenicero sí: “Es una idea de 360 grados con una responsabilidad que va desde el punto verde hasta el cuidado del mundo social y sus gentes, los pueblos y la región”.

Mete baza José Antonio García, uno de los encargados del viñedo, hombre que pateando estos majuelos se siente en su territorio. “Majadales está plantado en los años 50 plantada en una ladera muy pronunciada donde hemos recuperado hasta los olivos viejos; y el Monte es una finca de tempranillo de los años 60 con alguna garnacha. A un hombre mayor estas laderas se les van erosionando por las correntías y nosotros hemos intentado recuperarlas manteniendo la cubierta vegetal y, planta por planta, haciendo unas hoyas para que retenga el agua y así conseguir que vaya recuperando su fuerza vital. Las producciones son casi simbólicas, 3.000 kilos si hay suerte”.

Proyectos de I+D. “Tenemos dos frentes abiertos: primero, la maturana en la zona de Laguardia donde sobre pie viejo hemos reinjertado y que sale al mercado en un par de meses, un monovarietal dentro de la nueva gama Signature que se trabaja al límite alargando el ciclo madurativo al máximo para evitar las piracinas; y la recuperación del viñedo viejo tanto de viura como de tempranillo o de otras mientras sean variedades autóctonas. Tenemos en un meandro de San Vicente de la Sonsierra una finca de 30 hectáreas donde hemos también reinjertado y que cuenta con experimentales y pequeños I+D”. Hechos son amores y una bodega como ésta, asociada a grandes producciones, demuestra que junto a ellas hay un hueco para la investigación, la recuperación y el arrojo en busca de la constante mejora.

Me ofrecen los hombres de Cáceres un pequeño piscolabis en uno de los viñedos reinjertados de maturana. Las vistas son impresionantes con el León Dormido al fondo, aunque personalmente no quito ojo al Gran Reserva 2016 que David acaba de abrir. “Toda esta investigación repercute en nuestros vinos de volumen, ahí está el secreto. Resulta mucho más fácil hacer un vino tope con mil botellas de producción que nuestro crianza de decenas de miles, tiene más mérito no fallar nunca aquí. Pero éste se beneficia de todo lo aprendido en los vinos de nicho y en la investigación continua de variedades, suelos y comportamientos”.

Volvemos la vista atrás mientras el Gran Reserva va menguando. Nunca está mal un poco de nostalgia. “Para los viticultores vendernos una viña es vendernos parte de su vida, el contrato une una parte económica y otra sentimental de compromiso con la tierra. Ellos bajan del pueblo y ven que las cuidamos con cariño y dicen que “estos hombres vuelven a hacer viña”. En la actualidad Marqués de Cáceres, junto al cultivo de 1.300 hectáreas en Cenicero y 230 en Lanciego, apuesta fuerte por la compra de viñedo propio  con 30 hectáreas en San Vicente, 15 más en Lanciego y 17 entre Lapuebla y Laguardia”.

También conviene recordar a Enrique Forner y Michel Rolland. “Cuando Enrique vino a Rioja se trajo de la mano a su amigo Emile Peynaud, uno de los gurús de la enología en Burdeos; pero pasados los años decidió que ya no tenía la energía para estar a caballo entre Burdeos y Rioja y señaló a su alumno más aventajado. El actual Michel Rolland, pero con 35 años menos. Sigue asesorándonos y tres veces al años se acerca a Cenicero para controlar que el legado de Peynaud evolucione convenientemente”. Toda una historia, una bonita historia que sigue más viva que nunca.

La cata

Reunir a Fernando Costa, enólogo actual de la bodega, y a Fernando Gómez, enólogo histórico de Cáceres, fue todo un lujo que el periódico La Rioja hizo posible. De Alberto Gil tomo precisamente el titular, la nueva dimensión de Marqués de Cáceres. Escogieron seis vinos que señalan el presente y el futuro inmediato de la marca: Antea 2022, Reserva 2019, Generación MC 2021, Maturana 2021, Gaudium 2019 y MC 50 Aniversario 2016. Fue una enorme demostración de poderío. Me quedaré con la Maturana por ser un tinto que señala hacia dónde se dirige la bodega y demuestra la fe de los hombres de Cenicero en esta variedad tan riojana que gana adeptos día a día. Un vino pleno, rotundo, una explosión de fruta negra golosa que, sorprendentemente, conserva frescura e insolencia en boca.

Pero, sin duda, si tuviera que quedarme con uno me decantaría no ya por el Gaudium, que es un valor seguro, sino por el maravilloso 50 Aniversario que descorcharon presentado por su autor. Un tinto de esos, como apuntó Fernando Costa, “que no deja indiferente a nadie”, redondo, vivo, dominante en copa… Un vinazo de campeonato que nos dejó Fernando Gómez como colofón a su trayectoria de 43 vendimias en Marqués de Cáceres: “Fue un legado que elaboré de forma diferente, con mucha ilusión, unas pocas barricas que fermentaron con en tapa abierta y de manera completamente artesanal”. Fascinante, irrenunciable para entender los grandes riojas de Cenicero.

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