
Intenso fin de semana el vivido en Haro este caluroso fin de semana de junio. La canícula apretaba de lo lindo mientras multitud de aficionados al mundo del vino, al mundo de los grandes vinos de Haro, disfrutaban a tope de la mano de CVNE, Roda, Bilbaínas, Gómez Cruzado, Rioja Alta y Muga. Quien pueda mejorar la apuesta que levante la mano.
Haro y su Barrio de la Estación, sobran las palabras en un dúo que, una cosecha más, ha demostrado su enorme categoría. La ciudad y sus gentes, las históricas bodegas y sus viticultores, un ensamblaje perfecto.
Esta cuarta edición se abrió con una Cata Magistral que llegó de la mano de Josep Roca, Maquinista de excepción. Quería demostrar el catalán que el concepto grandeza toma carta de naturaleza en la capital jarrera, y de la mano de las bodegas del Barrio de la Estación dejó claro que la excelencia lleva anclada en Haro desde hace décadas.
Fueron siete vinos de excepción los que aparecieron para dejar al respetable boquiabierto por su opulencia: Muga 1970, Gran Zaco 1973, 904 1985, Imperial 2009, Roda 2003, Pancrudo 2013 y un singular Graciano de Bilbaínas enfrentado al mosto del que nació. “El valor del tiempo. Un viaje por los grandes años benignos de 1970, 1973, 1985 y 2009, cuando el calor era una bendición, hasta llegar al cara a cara entre 2003 y 2013, cosechas radicales una por extremo calor y otra por frío desmedido”, apuntaba Roca.








Tremendo preludio al mágico momento del Corona de 1939. Resulta difícil describir lo que se siente con un 1939 en la copa. Sus uvas fueron vendimiadas por mujeres recién terminada la Guerra Civil, hechas vino y olvidadas en los viejos calados de CVNE durante más de treinta años antes de ser embotelladas ya convertidas en portentoso vino que evoluciona sin término. Un círculo que se abrió hace más de 80 años y se cerró una tarde de junio de 2022. Un vino de esos que se anclan en la memoria y que llegan a lo más hondo. Emoción y respeto con este blanco octogenario, grandeza en definitiva.
Devotos de la religión del Rioja
Fue un gran día el de puertas abiertas. Disfrutamos paseando en compañía de nuestros amigos, aprendimos que beber una copa de rioja significa mucho más que descorchar una botella, pusimos cara a la gente que ha hecho grandes a estas bodegas y, sobre todo, ¡catamos grandes vinos! Sean estas notas una deferencia a todos esos hombres y mujeres que hacen de Haro un destino sin parangón.
Porque lo vivido estos días en el Barrio de la Estación con motivo de la Cata ha sido algo realmente importante. Bilbaínas, CVNE, Gómez Cruzado, Rioja Alta, Muga y Roda interpretaron una misma partitura en una demostración de jerarquía que dejó boquiabiertos a aquellos que sólo conocían el Barrio de la Estación “por referencias”.








Doce vinos para el recuerdo acompañados de pinchos de reputados cocineros “estrellados” y diversas actividades dentro de las bodegas. Junto a las creaciones de Venta Moncalvillo, Nublo, El Serbal, Cobo Estratos, Ikaro, Delicious Gastronomía y Kankel Cacao, llegaron los verdaderos protagonistas de la jornada: Viña Pomal ´14-Lumen ´18, Imperial ’17-Monopole Clásico ´18, Honorable ´17-Montes Obarenes ´18, Viña Arana ´15-Viña Ardanza ´15, Prado Enea ´14-Flor de Muga Rosado ´21 y Roda ´18- Roda I ´17, que iban sucediéndose con una punzada de nostalgia en cada vino que se dejaba atrás.
En total fuimos más de 3.500 personas las que formamos parte por un día de la cultura del Barrio de la Estación. Un barrio que es el corazón de una ciudad que no debe demostrar nada a nadie que no sea a sí misma. Aquí manda el carácter que imprime la estación, los viñedos que marcan la diferencia, la madera fina que lo llena todo y, sobre todo, los viticultores jarreros y de la Sonsierra que llevan más de un siglo llevando a la hipérbole el nombre de esta tierra.
Y es que el ferrocarril y lo que le rodea en Haro representa la auténtica esencia del rioja, un patrimonio que nos legaron unas generaciones que ya se fueron y a las que nunca podremos agradecerle semejante generosidad. Un lugar, en definitiva, que todos debemos amparar y defender. Gracias a todos ellos.



En las notas finales del cuaderno de bitácora, queda la sensación de agradecimiento. De la satisfacción que perdura al apuntar con alegría lo pasado, dejando de lado el bisturí con el que, en ocasiones, los periodistas nos armamos para no involucrarnos demasiado en lo vivido. Queda, en definitiva, el retrogusto generoso de un Barrio de la Estación tremendo en su grandeza.
La impresión al cerrar la jornada es que Haro se mueve. Y lo hace como siempre, midiendo sus pasos y respetando su pasado. Pero se mueve y mira a un futuro cargado de retos e inquietudes; “haciendo”, como decía Machado, “camino al andar”. Un auténtico viaje en primera clase por la historia del Barrio de la Estación, en su pasado y en su certero futuro, en su diversidad y en su distinción. Sólo quedan dos años para la próxima edición…