Sirva esta bitácora como homenaje a Haro y a su Barrio de la Estación que, una «cosecha» más, han demostrado su enorme categoría. La ciudad, las históricas bodegas y sus gentes, un ensamblaje perfecto. Esta tercera edición de la Cata del Barrio de la Estación, la más chic de las celebradas hasta la fecha, se cerró con una master class dirigida por la maquinista Sarah Evans.
Fue un gran día el de puertas abiertas. Una jornada de ésas que pasado el tiempo se recuerda. Disfrutamos paseando en compañía de nuestros amigos, aprendimos que beber una copa de rioja significa mucho más que descorchar una botella, pusimos cara a la gente que ha hecho grandes a estas bodegas y, sobre todo, ¡bebimos vino del bueno!
Porque lo vivido estos días en el Barrio de la Estación con motivo de la Cata ha sido algo realmente importante. Bilbaínas, CVNE, Gómez Cruzado, Rioja Alta, López de Heredia, Muga y Roda interpretaron una misma partitura en una demostración de jerarquía que dejó boquiabiertos a aquellos que sólo conocían el Barrio de la Estación “por referencias”.
Y es que el ferrocarril y lo que le rodea en Haro representa la auténtica esencia del rioja, un patrimonio histórico que nos legaron unas generaciones que ya se fueron y a las que nunca podremos agradecerle semejante generosidad. Un lugar, en definitiva, que todos debemos amparar y defender. Gracias a todos ellos.
En total fuimos más de 3.500 personas, auténticos devotos de esta religión que es el rioja, las que formamos parte por un día del Barrio de la Estación. Un barrio que es el corazón de una ciudad que no debe demostrar nada a nadie que no sea a sí misma. Aquí la estación, los viñedos, la madera fina y, sobre todo, los hombres de esta tierra, llevan más de un siglo haciendo grande el nombre de La Rioja. Dicho queda.
Como colofón a la jornada popular celebrada el sábado, se llevó a cabo de la mano de la master wine Sarah Jane Evans una “cata atemporal” de los vinos de Haro. Una clase magistral dirigida a profesionales que diseccionó con la finura y elegancia tan propia de estos caldos el pasado, el presente y el futuro de estas siete bodegas enclavadas junto a la estación de trenes.
En definitiva, un estudio copa en mano de la idiosincrasia y el temple de estas casas históricas. Atrevida proposición la que nos planteó la prescriptora británica con el hilo conductor de tintos y blancos de añadas míticas en Rioja Alta. Cada bodega con su propia personalidad y su peculiar manera de entender el vino, pero con el común denominador, como afirmaba David González, enólogo de Gómez Cruzado, “de una sutil identificación gracias a la finura y delicadeza que todos ofrecen al abrir una botella”.
Fueron 14 los vinos seleccionados para la cata que se iban sucediendo en tandas agrupadas en torno a vídeos que explicaban el crecimiento de Haro y sus viñedos. José Luis Gómez Urdáñez destacó en el primero de ellos el lento despertar de la ciudad como enclave vitivinícola en los siglos XVI, XVII y XVIII, donde los vinos locales y los claretes comenzaban a dejar su impronta de calidad. Para apoyar esta tesis, tres etiquetas fundamentales para entender el rioja: Viña Pomal, Honorable e Imperial. Estos bodegueros… ¡cómo saben tocar la tecla adecuada para conmovernos!
Finales del XIX y la filoxera, auténtico rubicón en la historia de esta tierra. En boca de Andreas Oestreicher, gran conocedor de esta enfermedad, “una verdadera burbuja vitivinícola que hizo pasar a La Rioja de no ser nada a serlo todo por la propagación de la filoxera en Burdeos, para volver a caer al llegar la enfermedad a Sajazarra a finales de siglo”. Toda una clase de historia de la que nos recuperamos rápidamente gracias a una horizontal de la mítica cosecha 2001, probando tintos del fuste de Prado Enea, Ardanza, Roda y Viña Tondonia.
Cerramos el trío de vídeos con Manuel Ruiz Hernández, quien desgranó su visión de esta tierra tras más de cuatro décadas de trabajo en la Enológica de Haro. Años vividos en blanco y negro, de vibrantes claroscuros buscando unos la calidad y otros la cantidad. Años estos de los sesenta y setenta donde se mimaban los blancos, práctica que parece que vuelve con fuerza como acreditaron las muestras de Viña Pomal Maturana, Montes Obarenes y Monopole Clásico. Buena elección.
Tras un Viña Tondonia 2006, la cata se cerró con tres pequeñas joyas que delatan la inquietud de las bodegas jarreras. Roda nos presentó el llamado 107 de la añada 2010, un tinto de viñas jóvenes nacidas del banco propio de germoplasma que nunca llegará al mercado, pero que sintetiza el espíritu de la última casa llegada al Barrio. Tras él, un extraordinario Torre Muga 2015 que pronto estará entre nosotros y, finalmente, otra delicia de Rioja Alta: una garnacha de Tudelilla de la pasada cosecha que sustentará el tempranillo de los Viña Ardanza que vendrán.
La impresión al cerrar la jornada es que Haro se mueve. Lo hace como los grandes, midiendo sus pasos y respetando su esplendoroso pasado. Pero se mueve y mira al futuro con nuevos retos e inquietudes. Toda una declaración de intenciones la de estas siete grandes bodegas jarreras haciendo hincapié en la tradición, la innovación y la diversidad. Un auténtico viaje en primera clase por la historia del Barrio de la Estación. Sólo quedan dos años para la próxima edición…
26 junio, 2018 en 8:43 am
Gran Artículo
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