Magnífico artículo el publicado por Mara Sánchez en Sobremesa, Revista española del vino y la gastronomía, en el que se analiza con rigor el cambio climático y sus consecuencias en la cosecha de 2017. Lejos quedan los primeros avisos de lo que se nos venía encima, el tiempo ha dado la razón a aquellos que fueron calificados de agoreros. Cada vez resulta más claro que algo ha cambiado en la naturaleza y en el clima. Lectura obligada la de este reportaje para tener un criterio claro de esta nueva realidad que supone el cambio climático y su influencia en la viña.
“Heladas, pedrisco, sequía y olas de calor golpearon al viñedo durante la pasada campaña. Pese a todo, se prevé que será una cosecha excepcional, dada la sanidad de la uva. ¿Principio de un auténtico cambio? El tiempo lo dirá…
A finales de abril saltaban todas las alarmas a causa de las heladas que, de manera repentina, se cebaban con el viñedo. En un momento en el que la planta empezaba a brotar con antelación, el desorden climatológico que venimos padeciendo volvía a romper los esquemas: helaba cuando el sol debería empezar a colaborar en su crecimiento.
Aquellas heladas iban a hacer mucho daño a las viñas riojanas, sobre todo en Rioja Alta y Alavesa, al territorio de la Ribera del Duero, Galicia (a excepción de Rías Baixas) y a El Bierzo, principalmente; lugares todos en los que un valioso tanto por ciento de la cosecha se perdería. El problema es que las inclemencias no terminaron ahí, pues posteriormente la sequía agregaría su parte. Igual de dañina que aquellos hielos inesperados fue la falta de agua, junto a unas temperaturas excesivas y tempraneras, lo que produjo menos uvas y más pequeñas por lo que los viticultores, además, tuvieron que adelantar la vendimia. Y sin olvidar también las tormentas de granizo entre junio y julio.
Las plantas habían brotado en abril, adelantándose, en general, un par de semanas a lo que viene siendo habitual, con lo que las heladas extremas (las noches del 26 al 28 de abril)arruinaron esa primera brotación. Brotarían después, pero la necesidad de recoger la uva antes de lo previsto redujo también el tiempo para madurar. Y algo más importante, los perniciosos efectos también causaron estragos que afectarán a la próxima campaña 2018 porque en las viñas más afectadas no se podrá realizar una poda correcta.
Aunque la de Rioja fue la helada más sonada, no fue la más devastadora. Al final de la cosecha, un 25% menos de uva que el año pasado, por fortuna lejos de las negativas expectativas que se habían generado porque “las lluvias del mes de agosto ayudaron a completar el equilibrio de la maduración, con lo que aumentaron las expectativas productivas que había”, explica Pablo Franco, responsable de control del Consejo Regulador. Claro que es justo recordar que, tras las heladas, el Pleno modificó en julio la normativa de campaña determinando tres niveles de rendimientos máximos en función del grado de afectación en los viñedos.
En territorio de la Ribera –aunque en su caso fuera de la D.O.– nos explican en Abadía Retuerta que, a pesar de las dos heladas padecidas (la de la noche del 27 de abril y después en la madrugada del 1 de mayo), “hemos sufrido más por la sequía y las altas temperaturas que vinieron después. Tuvimos el inicio más cálido de cuantas añadas hemos elaborado, la floración comenzaba el 25 de mayo, y al final solo ha entrado un 70% de la uva”, relatan Álvaro Pérez y Ángel Anocíbar, director de comunicación y enológico de la casa, respectivamente. Muestran una preocupación moderada por la abundante cantidad de producción que tuvieron en las dos campañas anteriores, “con las que compensamos éstas más cortas; la 2016 estará más tiempo en el mercado hasta que llegue la 2017, que será excelente. Lo que ya estamos temiendo es que la 18 sea igual o peor”.
Esta situación se ha reproducido en gran parte del país, motivo por el que la cosecha se ha visto considerablemente reducida (con viticultores que la han perdido casi en su totalidad), en comparación, sin ir más lejos, con la anterior. Así lo recuerda Martina Pariente, desde la bodega familiar José Pariente. “Veníamos de una cosecha muy generosa, pero es verdad que este año, a pesar de las inclemencias, la regulación de la propia planta ha provocado que las viñas más viejas, y con mejor equilibrio hayan tenido un rendimiento más regular”, comenta al ser preguntada sobre los efectos de la sequía en Rueda, donde han recogido un 23% menos respecto al ejercicio pasado. Somontano se ha quedado en un 16% menos, 12% han perdido en Utiel-Requena, entre un 20 y un 30% las denominaciones manchegas…
Aumento de los precios
Sin datos oficiales al cierre de este artículo, las estimaciones oficiales de producción total de vino en 2017 ofrecidas por Rafael del Rey, director general del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV), rondarán los 36 millones de hectolitros, lo que supone un descenso frente a los 42,5 millones de la campaña anterior.
El efecto inmediato será el alza de los precios, porque además esa caída de la producción se ha dado también en nuestros principales competidores, Francia e Italia, con lo que se incrementará la demanda de vino en todo el mundo. Si bien es verdad que en España, como puntualiza Del Rey, no deberían subir en exceso, pues disponemos de stock por la alta producción de 2016.
No obstante, hay zonas en las que ven esta situación como una oportunidad. Así lo percibe David Palacios, presidente de la D.O. Navarra: “La calidad y esta producción más reducida van a permitir incrementar el valor de los vinos. El precio de la uva ya ha sido superior, por lo que se avecina un año muy interesante para nuestros vinos. Eso sí, ese aumento tiene que ser meditado y con criterio”. Desde el Consejo Regulador de Rioja, por el contrario, apelan a la moderación porque de otro modo podría traducirse en una caída de las ventas, lo que conllevaría una nueva bajada del precio de la uva.
Entre los más o menos afectados, las bodegas, así se manifiesta Ángel Barrasa, consejero delegado del Grupo La Rioja Alta. “Al no elaborar tintos del año, el efecto de la helada nos resulta un poco menos dramática porque cuando salga al mercado la reducida cosecha del 2017 ya tendremos la siguiente a punto para su comercialización. Ahora bien, esto no significa que la helada no haya perjudicado sensiblemente nuestros resultados económicos pues, al producir toda la uva que empleamos, los gastos que hemos tenido en los viñedos han sido muy superiores al valor de la uva recolectada”.
El mayor precio de la uva se repercute, de manera inmediata, en el precio de los vinos del año, sin embargo ha sido tal la demanda que la subida que ha provocado no se puede repercutir en su totalidad en los vinos, con lo que la producción de jóvenes se estima que se verá reducida.
Luego, sí se ha extendido como la pólvora el rumor (o no tanto) de que han sido numerosos los camiones de otras regiones llegados a esas zonas más afectadas, e incluso quienes hablan de uva foránea. Y es una situación que, a su manera, ha denunciado el sindicato agrario UPA al reclamar mayores controles por parte de las autoridades competentes.
Innegable cambio climático
Los responsables del sindicato no tienen duda alguna de que esta situación evidencia los efectos que el cambio climático están teniendo en el sector vitivinícola, temerosos de que la sequía no sea solo cosa de esta campaña, lo que, aseguran, pondría en peligro la pervivencia de las viñas en determinadas zonas del país. Razón por la que consideran necesaria la creación de un plan de adaptación sectorial al cambio climático a nivel nacional. David Palacios, desde la denominación navarra, se muestra convencido de que el “el apremiante cambio climático se sufre cada vez más en la viticultura, como muestra esta campaña pasada. La escasez de lluvia es preocupante y puede influir en el ciclo vegetativo de la vid, por lo que es imprescindible la profesionalidad del viticultor para asumir y afrontar estos retos que nos depara el futuro”.
De momento, esa viña parece quedar afectada cara a la próxima cosecha, como podemos deducir de las palabras de Roberto Frías, director de sección agrícola de La Rioja Alta. “En las zonas en las que la helada fue muy severa, el hielo provocó la muerte de todos los órganos verdes de las plantas, pero lo más grave es que en plantas de menos de cinco años no se produjo rebrotación, por haber quedado destruidas todas las yemas latentes del interior de la madera, con lo que el flujo de savia quedó interrumpido provocando la muerte de los tejidos y órganos implicados. De este modo, son plantas que han perdido toda, o parte, de sus estructuras internas que en los próximos años tendrán mermada su capacidad productiva en tanto no haya emisión de nuevos brotes.
Pero si no llueve en abundancia durante la próxima primavera la capacidad de rebrote de las plantas será escasa”. Palabras que adelantan un panorama nada halagüeño, y en sintonía con las del director técnico del Consejo Regulador de Ribera del Duero, Agustín Alonso, quien refiere la debilidad que dejó la helada en algunas plantas (“pues exige más trabajo en la poda”, añadía Pérez desde Abadía Retuerta), junto a la influencia de una sequía prolongada en su formación y desarrollo. De ser así, se avecinan nuevos tiempos para el viñedo lo que exige, mejor antes que después, entenderlo y adaptarlo. El futuro parece inmediato”.
(Fuente: Sobremesa)