Son fechas las navideñas propias para un capricho. Una de las cosas buenas que llega con estos días es, precisamente, no sé ya si el indulto o la indulgencia por haber caído en la tentación. Por eso, esta curiosa colección que responde al nombre de Voché me parece perfecta para fechas tan… “entrañables”.
Manzanos Wines es una empresa con 10 bodegas en DOCa Rioja y DO Navarra capaz de producir más 10 millones de botellas por cosecha. Pero puede que, de entre todas ellas, la que ocupe un lugar preminente en el corazoncito de la familia sea la de Azagra, Bodegas Manzanos, en la conocida como “Rioja del Reyno”.
Y hasta “el Reyno” nos fuimos para probar sus blancos y tintos. Me gusta catar los vinos en la propia bodega y, si es posible, pisar el viñedo de donde nacen. En Azagra no hay problema porque tanto el graciano como la viura donde nacen los Voché están a tiro de piedra de la bodega.
Y, como tanto un servidor como Jesús, mi compañero de fatigas vitivinícolas, llevamos ya unas cuantas catas encima, sigo afirmando que los vinos saben mejor allí donde han sido criados. Por eso cuando me llamaron para conocer la bodega no lo dudé; me da lo mismo un calado familiar que una bodega como Manzanos. En mi opinión los vinos saben mejor en su cuna, punto.
La bodega se encuentra en lo alto de una pequeña colina alejada del núcleo del pueblo, con Azagra a la vista. Su ubicación es perfecta ya que al estar en alto permitió en su momento llevar a cabo el diseño de las cuatro plantas subterráneas para depósitos de hormigón y que cada planta acogiera un proceso distinto de la elaboración del vino. De esta forma, el vino desciende de una planta a otra ayudándose de la gravedad y evitando así la manipulación por bombeo.
Manzanos Wines posee más 950 hectáreas en toda la DOCa y ofrece un porfolio amplísimo, pero las etiquetas Voché se sitúan en lo más alto de su gama. La colección está compuesta por cuatro precintos: un crianza, un reserva y un monovarietal de graciano en tintos, y un blanco fermentado en barrica.
Son dos parejas que entran por los ojos gracias al impacto visual de su continente. La exclusiva forma de la botella es una réplica exacta de ánforas romanas –que se encontraron en unas ruinas romanas a escasos metros de Bodegas Manzanos– y servían para transportar el vino a través del rio Ebro hace dos milenios. Y digo bien dos parejas porque por el lado habitual llegan los crianza y reserva, y por el más rompedor el blanco y el graciano.
Es este último, casta graciano al cien por cien, el que más me gusta de todos. Con un correcto trabajo en bodega se ha domado algo el genuino carácter de esta variedad tan riojana, pero aun así muestra una nariz explosiva y una estructura densa, plena de temperamento. Me sorprendieron las buenas maneras de este vino habida cuenta de su juventud, es un 2014, pero el laborar de Borja Ripa –enólogo de la firma– ha sido concienzudo.
“La colección Voché”, nos cuentó Borja en la sala de cata, “da nombre al genuino estilo exclusivo que Víctor Fernández de Manzanos creó para identificar la distinción y la calidad de todo aquello que iba creando desde muy joven. Esta gama de vinos presume en su ADN las características que definen un vino de la máxima calidad, con sorprendente estructura, complejidad y concentración de taninos aterciopelados”.
Precisamente estos días se ha hecho pública la adquisición por parte de Bodegas Manzanos de la histórica marca Siglo en Rioja. Con ello la familia Fernández de Manzanos se coloca entre las diez compañías punteras de Rioja en términos puramente de facturación.