Terminó la vendimia 2016 con excelentes perspectivas en cuanto a calidad. La naturaleza, esta vez sí, ha echado una mano y el Rioja ’16 se presenta fabuloso. Pero junto a estas luces la cosecha ha dejado dudas y, sobro todo, sombras de cómo se ha trabajado en la viña. Malos hábitos, sobreproducción, uvas tiradas tristemente en el campo, ruido mediático…
Un ruido mediático que se debía haber evitado. Ha habido una pésima información en momentos en los que un buen comunicado hubiera hecho innecesaria la rectificación y la excusa: miles de kilos de uva abonando un viñedo que no lo necesita si las labores de campo se hubiesen hecho en tiempo y hora, calculadoras echando humo midiendo kilos de más y de menos, palabras gruesas y recriminaciones entre Consejo y agricultores, remolques precintados, amenazas… Demasiados peros cuando esta cosecha debiera haber sido un ejemplo a seguir para otras venideras.
Pero vayamos por partes. La cosecha en sí ha sido magnífica, uniendo cantidad y calidad, esto es un hecho que no admite contestación. Gracias a un octubre “de libro”, en el comunicado final del Consejo se pudo leer: “La cosecha de Rioja 2016, excepcional en cantidad y calidad. Favorecida por una climatología inusual, la excepcional sanidad de la uva y una vendimia muy escalonada permiten alcanzar resultados muy satisfactorios”.
Este el comunicado íntegro: “El balance provisional de la cosecha 2016 realizado por el Consejo Regulador de la D.O. Ca. Rioja, con 442,4 millones de kg de uva amparados, ofrece resultados muy satisfactorios tanto desde el punto de vista cuantitativo, como por las altas expectativas de calidad de los vinos elaborados. A ello ha contribuido decisivamente la inusual climatología de septiembre y octubre, muy favorable para mantener la excepcional sanidad que ha caracterizado a la uva en esta campaña y poder realizar la vendimia de forma selectiva, una vez alcanzado el punto óptimo de maduración en cada viñedo.
Si el pasado año resultó insólito que el 13 de octubre finalizara la vendimia más temprana de la que se tiene constancia en Rioja, esta vendimia 2016 ha resultado igualmente sorprendente por su prolongado desarrollo a lo largo de dos meses, por la buena climatología que la ha acompañado y por el incremento de las expectativas productivas que había tras un ciclo marcado por la sequía y altas temperaturas del verano”.
Todo luces, hasta aquí… ¿De qué estamos hablando cuando leemos palabras como sombras, dudas o fiascos? Pues del desconcierto que provocaron las lluvias caídas a principio de octubre y que sacaron a la luz las vergüenzas de algunos viñedos nacidos para la cantidad y no para la calidad. Producción, producción, producción.
Partimos de que pertenecer a la DOCa es una opción personal, se es libre para entrar y se es libre para salir. Las ventajas del famoso “paraguas Rioja” son conocidas, pero quien tiene ventajas tiene obligaciones, entre otras la de una producción por hectárea controlada en cantidad de kilos de uva. Y éste ha sido el talón de Aquiles de la añada 2016. El hombre de campo, con toda la legitimidad que le da la cartilla, ha intentado apurar al máximo el 118 por ciento de producción permitido. Los altos precios que se intuían en verano hicieron que las calculadoras trabajaran a destajo: los que cuidaron la vendimia en verde no han tenido problemas, pero quien apuró la producción se ha visto atropellado por cuatro días de lluvia. Y no hablo únicamente de esos viñedos que no llegan siquiera a madurar por exceso de carga, viñedos paridos para sobrepasar los 15.000 kilos sin demasiados problemas. Un despropósito.
Llegó la vendimia con precintado de remolques, caras largas y descarga de uva en viñedo a mediados de octubre. Incomprensible haber llegado a una situación en la que la uva –de calidad y casi madura- se desperdiciaba y se dejaba pudrir en el viñedo. “Miles de euros tirados a la basura” pensaban los agricultores; “son las normas y hay que cumplirlas por el bien de la DOCa”, resolvía con acierto el Consejo. Y lo peor, la imagen de la Denominación por los suelos con imágenes en televisiones, medios sociales clamando por el desperdicio y portadas de periódicos. Mala prensa que nada bueno puede traernos. Y la gente frotándose los ojos ante tamaño dislate, mal tema…
Hablando con Javier San Pedro en una de las catas que con acierto organiza el amigo Alberto Gil, el de Laguardia dio en el clavo con sólo seis palabras. Pregunta: “¿Qué te parece el tema de la uva que se ha tirado al suelo este año? Respuesta: “Que se debía haber tirado antes”. Más claro imposible. Un aclareo de racimos –aclareo obligado, no deseado- 15 días antes de vendimiar es un auténtico despropósito que en absoluto redunda a favor de la calidad.
Con el reloj corriendo hacia el necesario control por parcela –que llegará en un par de años e impedirá la compensación de cartillas con viñedos de diferentes lugares y calidades-, parece como si todo el mundo tuviera una solución. Se han arrancado durante años algunos de los mejores viñedos por su poca producción y se compensaba con su papel la uva sobrante de otros viñedos más vigorosos y económicamente más rentables. ¿Se han recogido las mejores uvas o las más sencillas y rápidas de vendimiar?, ¿se han dejado en la vid sensacionales frutos de viñedos viejos de 2.000/3.000 kilos por hectárea pero deficitarios si hablamos estrictamente en euros? En resumen, ¿cantidad o calidad?
El kilo de uva continúa pagándose en general sin depender de su calidad –salvo honrosísimas excepciones-, y se sigue hincando viña en suelos fértiles más propios de frutales con clones poderosos en la producción. Muchas voces –algunas injustamente con mala prensa- claman por la necesidad de un cambio de modelo de denominación de origen con diferenciación clara de vinos, vides y viñedos. El objetivo es que cada cual pueda elegir el nivel de calidad en el que quiere trabajar dentro de la DOCa, superando el modelo actual, claramente desfasado.
Es una situación delicada, pero buen momento para aprovechar la inquietud que hoy late en el sector. La caja de Pandora abierta hace poco con la salida de Artadi y las pretensiones de ABRA se debe revertir a favor de la DOCa. ¿No será hora de poner en orden las categorías de los vinos de Rioja? Un ejemplo: vinos top por arriba que agrupen a la nueva generación de tintos de autor/parcela y a los grandes reservas, una zona intermedia con los clásicos reservas y crianzas y, quizás, una nueva categoría de vinos con crianza o jóvenes llegados de viñedos con niveles de producción permitidos más altos que los actuales en una categoría inferior al Rioja tradicional. Pero todo con normas claras de obligado cumplimiento.
Si salimos de ésta con bien, quizás las sombras de 2016 se conviertan en luces en 2017 con una cosecha plácida y otra vez de altísimo nivel, porque la ventaja que tenemos es que nuestra tierra nunca falla si el factor humano no la desequilibra. ¿Habremos aprendido la lección?
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