Desde que llegas a Baigorri y te reciben en esa curiosa y sorprendente caja de cristal abierta al cielo, sientes la primera punzada. Notas como si una fuerza extraña tirara de ti, una curiosa sensación que te exige dejarte caer… Es la gravedad que te empuja y te apremia a ir bajando, planta por planta, en un descenso desde la cota cero a menos 21 metros, desde la primera a la séptima planta. El mismo descenso que, cosecha tras cosecha, sigue la uva en busca de la sala de barricas. Fin de trayecto. La bodega de Samaniego, encaramada en una loma que domina un espectacular paisaje de viñedos de la Sierra Cantabria, vive criando vinos de la mano de la gravedad, su aliada.
Porque pendientes y deudores de ella nacen todos sus vinos, olvidando las bombas y las tolvas. “Valiéndonos de la gravedad evitamos todo tipo de remonte mecánico ya que todo el proceso, desde la recepción de la uva hasta la guarda del vino en barrica, se realiza de manera vertical. Unos pequeños depósitos de 2.000 litros se alzan y se trasladan de un lugar a otro mediante un sistema de puentes grúa transportando el vino de un depósito a otro. La uva no sufre penosos movimientos ni se estruja de manera indeseada”, nos comenta Simón Arina, director técnico y enólogo de Baigorri.
Antes, en las mesas de selección, se ha trabajado en la clasificación de los racimos para cada tipo de vino. Así, nada más llegar a bodega, se dividen en cuatro categorías: etiqueta dorada para las uvas de viñas más viejas y de mayor calidad destinadas a los vinos altos de gama, roja para los reserva, azul para los crianza y la verde que agrupa el fruto destinado a los tintos jóvenes de maceración carbónica. Todo con orden y disciplina, que es así como se hacen bien las cosas. “Los agricultores entienden perfectamente cómo trabajamos y las reglas que imponen nuestros enólogos. Manejamos más de 100 hectáreas de las cuales 25 son en propiedad”.
La visita coincidió con la concesión a su Garnacha 2011 del premio “Mejor vino del concurso Rioja Master del Reino Unido”. Como para dejar pasar la ocasión de abrir una botella de este singular tinto que, poco a poco, va ganando fieles. La garnacha de Baigorri proviene de una viña plantada hace un cuarto de siglo en terrazas a casi 700 metros de altitud. Con el monovarietal de mazuelo Belus -con mínima aportación de garnacha y tempranillo-, el Baigorri de Garage y el cimero B70 conforman los vinos top de la casa.
En la copa destaca por una elegancia que envuelve un fruto fino y floral, típica garnacha con apenas recuerdos de los 14 meses que ha pasado en roble francés. Mucha fruta, fruta fresca que domina la boca mientras transita alegre dejando recuerdos de pétalos de flores. Una estupenda garnacha que se alinea, sin duda, con otras grandes como las presentadas por Contino, Tobelos, Gómez Cruzado con su Pancrudo, el Octogenarius de Cárdenas, Propiedad/La Montesa de la riojabajeña Palacios Remondo, Peña el Gato, La Emperatriz, Vivanco o Paco García por citar sólo unos ejemplos de bodegas que luchan por recuperar el respeto prácticamente perdido a esta variedad. Baste decir que en 1970 la garnacha ocupaba en La Rioja una superficie pareja a la del tempranillo y que hoy únicamente llega al 8 por ciento; por el camino se han quedado viñedos de inmenso valor que dieron paso a variedades más comerciales.
La gama de Baigorri se completa con un rosado, un blanco fermentado en barrica, un maceración carbónica y los habituales crianza y reserva. Juntos suman casi medio millón de botellas anuales. Una familia de vinos que destaca por su temperamento, “apostamos por la personalidad, son vinos concentrados y de nueva generación, lo que ahora se conoce como vinos modernos”.
En Samaniego, lindando con la Sonsierra riojana, la espectacular construcción de Baigorri ofrece como colofón a la visita un restaurante de lujo para salir feliz de la bodega, “bien comido y bien bebido, ¿qué más quieres cuerpo mío?”. Brillante remate a una visita que, sin duda, merece la pena.