Si alguien piensa que con la vendimia las faenas en el campo se toman un respiro, ¡se equivoca! El otro día viendo el dolmen de La Chabola de la Hechicera me crucé con Jesús, un viticultor de Elvillar de Álava. El bueno de Jesús andaba en plena faena de prepoda de su viña de tres hectáreas de tempranillo en espaldera.
La prepodadora se compone de un marco con dos conjuntos de corte. Cada uno consta de una serie de discos dentados de aluminio, y un disco afilado de acero de alta resistencia, el cual produce un corte similar al realizado por una tijera de poda. Los discos giran impulsados de forma directa por sendos motores. Un mando situado en la cabina permite la apertura de los módulos de corte a su paso por los postes en la viña.
“El objetivo final de todo este artilugio es abaratar costes de jornales. Aunque lleva su tiempo, yo puedo prepodar mi finca en una jornada, cuando antes podría triplicar ese tiempo teniendo además que contratar gente. Cuando acabo sólo me queda adecentar un poco la espaldera, desengarrar que decimos nosotros, y esperar a febrero para podar”.
Final de año es un tiempo perfecto para la prepoda –últimos días de noviembre/principios de diciembre- cuando la vid se encuentra en reposo y sin hojas, contando además con que las temperaturas no han bajado todavía por debajo de los 0º C. Algunos viticultores creen que esta operación debe hacerse en luna menguante antes de que la savia comience a ascender.