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BODEGAS JUAN CARLOS SANCHA: PEÑA EL GATO

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APERTURA 1 BAJA

A contracorriente, “en contra de la opinión general”, así define la RAE esta expresión. A Juan Carlos Sancha le cuadra perfectamente, porque es en aguas disconformes con lo establecido, inestables y algo agitadas, en las parece empeñado en navegar Juan Carlos. Pero siempre con pulso firme y fiel a sus ideas. El de Baños de Río Tobía luchó y recuperó con empeño la variedad maturana tinta y blanca, apostó por el tempranillo blanco y con su Peña el Gato rizó el rizo del atrevimiento.

Rodeado de sus viñas, la bodega de Juan Carlos, casi un chateau francés, parece un laboratorio experimental en tamaño reducido. No vemos barricas de 225 litros –son de 500-, únicamente etiquetas genéricas en sus botellas, los depósitos, la prensa y la embotelladora parecen de juguete, todo recuerda a una bodega familiar a pequeña escala para lograr los vinos que Sancha quiere.

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Pero no nos equivoquemos, su verdad nace de un pequeño majuelo que apenas dista un par de kilómetros de la bodega: Peña El Gato. Es un viñedo histórico plantado en 1917 que pertenece a la familia desde hace generaciones. Pasear por esta viña es todo un placer, “son viñas que transmiten por sí mismas, plantadas hace 98 años a 750 metros de altitud en una especie de hondonada, en terrazas, con alta densidad de plantación -5.100 cepas por hectárea- sobre suelos pobres con orientación Sur”. Toda una heroicidad haber mantenido viva esta joya en una zona fría y límite de la DOC.

Lo que de aquí sale es la expresión pura del terroir, la tierra que da y quita razones a los vinos que quieren convertirse en grandes. Los racimos de garnacha, que reciben un tratamiento mínimo –organic viticulture afirma Sancha en su web-, son recogidos manualmente en cajas de 17 kg y realizan la fermentación y crianza en barricas de roble francés Tronçais donde permanecen durante 13 meses en contacto con sus lías.

De la cosecha 2014 únicamente se han elaborado 1.300 botellas. “La 2014 es la mejor garnacha que he trabajado”, comenta Juan Carlos, “normalmente no hago maloláctica, pero esta cosecha tiene una maloláctica parcial hecha en junio, cuando subió la temperatura; en mis vinos, tanto en viñedo como en bodega, quiero seguir una línea de intervención mínima”. Intención que lleva al extremo con su Peña El Gato natural –todo vendido casi antes de salir al mercado-, donde el sulfuroso desaparece en la elaboración. “Trabajando con más cuidado en el campo es posible, la vinificación tradicional en nuestra tierra seguía ese concepto. La viticultura ecológica expresa con mayor fuerza el sentido que quiero dar a mis vinos”.

 

Ya en la copa vemos un tinto potente, de capa alta, con ribetes morados cardenalicios que dan paso a una nariz de muy buena intensidad, elegante, con recuerdos al sotobosque que rodea al viñedo. Sin duda es potente, pero sin aristas, elegante y con un deje casi infantil de caramelo de fresa y regaliz rojo. Los 15 grados de alcohol no se encuentran por ninguna parte, es un paso sedoso que no deja indiferente por su acidez. Larga vida por delante.

Peña El Gato es un proyecto personal de Juan Carlos Sancha, pero junto a otros cinco pequeños viticultores de la zona que poseen viñedos centenarios comercializa una ilusión, el Peña El Gato Colección Garnachas Centenarias, que llega en una caja de seis botellas –cada parcela tiene la suya- donde el concepto terroir adquiere su máxima expresión. Misma variedad de uva recogida en cada viñedo en su momento óptimo de maduración, idéntica elaboración hecha por el mismo enólogo –Juan Carlos- y una sola variante, la tierra.

Pude catar el de Sancha, el de Fernández de Toda y el de Manolo López. Las diferencias son sorprendentes, tres vinos con una misma raíz pero con diferente fruto, toda una experiencia. Javier Olave, Fernando Martínez de Toda, Rubén Olarte, Manolo López, Fernando M. Alonso y Juan Carlos Sancha comparten un sueño en el Alto Najerilla, el Peña El Gato Colección. ¡Suerte!

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