Ya que parece que está de actualidad, voy a sumarme a “la moda de los tickets”, pero esta vez para reivindicar lo nuestro. Tres tristes tickets, que no tres tristes vinos, demuestran que nuestros amigos franceses viven en un mundo diferente al nuestro. Ni mejor ni peor, simplemente económicamente un escalón –o dos- por encima de nosotros. La hostelería francesa camina en lo que se podría calificar como “verso libre”, aunque eso sí, con unas cartas de vinos que hacen sonrojar a más de uno por su variedad y calidad.
En una pequeña escapada a Toulouse para conocer los vinos de Gaillac, no tuve que investigar mucho para darme cuenta que el tema del chiquiteo es ajeno a su filosofía de vida. Lo suyo es más de terraza y conversación sobre temas de gran importancia como la vida y su trascendencia –supongo- que de otros banales más propios del feliz tránsito de bar en bar. Lógico, ¡con esos precios!
Idéntica consumición asimilando su Domaine d’Escausses “Les Drilles” 2013 a un Viña Pomal Crianza 2012. Resultado: sablazo a la franchute en el Côté Vin de Toulouse, 8,80 euros, contra dos servicios más a la española que rondaban los 4 euros; 4,20 en el donostiarra Kata.4 y 4 en el Tívoli logroñés. Resumiendo, para ir de vinos… ¡me quedo en casa!
La zona de Gaillac se extiende por 73 pueblos cercanos al río Tarn, al noreste de Toulouse. Las múltiples influencias climáticas –provenientes del Atlántico, Mediterráneo y del Macizo Central- y la diversidad de sus suelos dan a esta Appelation d’Origine Contrôlée de cerca de 9.000 hectáreas de viñedo una inmensa riqueza gustativa y una gran pluralidad de matices.
Gaillac -del latín gallus, gallo- fue fundada en 972, año de construcción de la Abadía de Saint Michel a orillas del río Tarn. Era uno de los vinos preferidos por los romanos, quienes plantaron las primeras viñas en el II a.C. Desde el siglo VI, Gaillac enviaba los vinos por el río a Burdeos donde eran comercializados por sus négociants en el resto de Francia. Fueron los benedictinos quienes impulsaron su comercio convirtiéndola durante la Edad Media en la región más importante de Francia llevando el vino a toda Europa. Dos siglos más tarde, Burdeos recuperaría su viñedo y comenzaría sus relaciones con Inglaterra, fue en inicio de su esplendor. En 1938, Gaillac consiguió la AOC, una de las primeras regiones francesas en lograrlo.
Y es que esta región se caracteriza por dos cosas. Tanto la diversidad de tipos de vinos como sus variedades locales, mauzac y l’en de l’el (blancos) y duras, braucol, négrette y garnay (tintos), le confieren una personalidad única. La mayoría de estas peculiares variedades sólo se cultivan allí y muchas han sido recuperadas en los años ochenta. Para muestra un botón: en Cordes sur Ceil, un maravilloso pueblo que vive en las alturas, tuve la suerte de encontrar una curiosísima tienda donde su propietario –casado con una española de Málaga- reivindicaba éstas y otras selecciones autóctonas.
En su multidisciplinar comercio convivían con toda naturalidad prendas de lana que tejía “la malagueña” y plantas de vides de variedades propias de Gaillac. Todo expuesto con un enorme gusto y, sobre todo, con la pasión de quien sabe lo que vende y lo que quiere: “El mundo del vino se está convirtiendo en algo uniforme. Todo el mundo hace vino con cabernet y chardonnay, un vino parecido y sin matices, ¿por qué no recuperamos y seguimos haciendo vino con nuestras uvas como lo hacían nuestros padres? Por cierto – preguntó al decirle que veníamos de La Rioja y demostrando una vez más que la curiosidad del sabio es proverbial-, ¿qué uvas utilizáis en vuestra tierra?”.
¡Qué gozada ver y disfrutar de este pequeño vivero reivindicativo de su singularidad! A ver si tomamos nota.