Apenas han pasado 25 años desde que Jesús Galilea descubriera, en su viñedo de Murillo de Río Leza, que un sarmiento de una viña de tempranillo tinto presentaba bayas blancas. Esta reacción de la cepa, según Juan Carlos Sancha —enólogo, bodeguero, profesor del Máster de Enología de la Universidad de la Rioja y ferviente creyente de este tipo de uva autóctona— “es producida por la desaparición de los antocianos debido a la pérdida de información de los cromosomas 2 y 5”.
La primera plantación se realizó en el CIDA —Servicio de Investigación y Desarrollo Tecnológico Agroalimentario— en el año 2000, y en 2004 se produce la primera microvinificación mediante estrujado sin despalillado tras un mínimo prensado; el vino obtenido promete al obtener valores elevados de grado alcohólico, acidez total y polifenoles.
Lo que era una mutación genética se convirtió en 2008 en una de las variedades blancas amparada por la DOC Rioja. Las puertas hacia una singularidad riojana en el blanco se abrían de par en par. Hoy, 7 años después, quizás sea el momento de apostar claramente por ella.
Es una variedad de brotación tardía y maduración precoz, que ofrece racimos medianos, sueltos, y con pedúnculo muy corto y bayas de tamaño pequeño-mediano. Es adecuada tanto para vinos jóvenes como para su crianza, ofreciendo en cata aromas afrutados mucho más intensos que los de la viura, de plátano, cítrico y frutas tropicales; a la copa llega con gran estructura, graso, con nervio y consistente persistencia. Preocupa su producción, claramente inferior a la de la viura. Normalmente el tempranillo blanco tiene una sola semila, aunque ligeramente más grande.
Diez años después de los primeros blancos de tempranillo, la variedad de oferta empieza a ser grande. Sancha, un pionero primero en Viña Ijalba y luego con su Ad Libitum, afirma que “puede ser la gran alternativa de futuro de los blancos de Rioja si se hacen bien las cosas”. Todavía en crecimiento, cada añada descubre nuevas propiedades: Campo Viejo incluso se ha lanzado al desarrollo de un blanco de maceración carbónica con interesantes resultados. Una histórica como Bilbaínas ha plantado 10 hectáreas, Nivarius —bodega de Nalda que produce exclusivamente vinos blancos— llega a las 11. Vivanco, Piérola, Rioja Vega, Abel Mendoza, Valdemar… son muchas las bodegas que confían en esta singular variedad. Pasito a pasito el tempranillo blanco crece.
Actualmente ocupa 155 hectáreas —3,67% del total de blanco—, lejos de las de las 3.568 —84,21%— de la viura y sorprendentemente por detrás del verdejo —181 hectáreas y 4,28% del viñedo—. Esta es la realidad del tempranillo blanco en Rioja. Sin duda buena parte del futuro del blanco de Rioja depende de su correcto cuidado y desarrollo. Es, por decirlo de alguna manera, nuestra esperanza blanca.