Poco queda del monasterio de San Martín de Albelda y su célebre Codex Vigilanus. Apenas 200 monjes que entonan sus cantos con el descorchar de las botellas de Bodegas Vinícola Real. Oremus… Y precisamente ahí nos dimos cita -la bodega se encuentra donde rezaban los frailes a principios del milenio pasado-, algunos seguidores de este notable vino que sigue sorprendiendo, porque… ¿desde cuándo Albelda ha dado tintos de esta categoría? Pues parece ser que desde 1989, como se empeña en demostrar añada tras añada Miguel Ángel Rodríguez, alma mater del “Proyecto 200 Monges”.

En la mesa, haciendo amistad con las patatas con chorizo, desfilaron primero un blanco sabroso, de nombre Cueva del Monge -70% Viura más Malvasía, Garnacha Blanca y Moscatel-,  y el crianza Urbión, de la bodega hermana Hacienda Urbión; correctos ambos. Aun así, pasaron sin dejar huella. Ya con la carne llegó el salmo de los entonados “doscientos monjes”, mucho mejor. Por encima, aunque no llegamos a catarlo, el Confesor.

Recordaba el 200 Monges de 2001 como mucho más estructurado que éste de 2006. Aun así es un Reserva -la familia se completa con un Reserva Especial y un Gran Reserva- que marca la diferencia. Mezcla de Tempranillo, Graciano y Garnacha, llega a los ojos muy limpio, vestido de un vistoso granate con destellos teja; gana intensidad y fuerza cada minuto que pasa en copa. Es jugoso, sobrio y muy equilibrado, con recuerdos lejanos de regaliz y presentes de uva de calidad. Para no fallar si nos decidimos por él.